La custodia compartida
La custodia compartida; Una decisión salomónica más que lógica.
¿Qué está pasando con las actuales y modernas custodias compartidas?
Los jueces están actualmente abogando de forma masiva por dictar custodias compartidas, basadas en la idoneidad y el derecho de los progenitores de no perder el contacto de manera habitual con los hijos cuando las relaciones de pareja se ven truncadas por una u otra razón.
La realidad es que aun no tenemos datos objetivos para afirmar que este tipo de custodias vayan a resultar beneficiosas para los niños, lo que si tenemos son siglos de estudio sobre los procesos psicológicos básicos que hacen que las personas se integren en el mundo y actúen de manera correcta.
Como siempre se aplica la norma de “arroz para todos”. Se obvia que las situaciones que se viven son diferentes y se trata de solucionar todas de la misma forma.
A veces la custodia compartida es el resultado de una decisión salomónicas para forzar a las partes a llegar a acuerdos de convivencia que no perjudiquen especialmente a los hijos. Existen casos donde el juez se ha visto obligado a tomar este tipo de decisiones con el fin de proporcionar una mejora sustancial de vida a un menor. Este puede ser el caso del menor que convive con una madre en situación económica precaria, o con algún tipo de trastorno invalidante o que por su situación personal atraviesa un momento difícil y en las cuales este tipo de custodia puede proporcionar más estabilidad de la que el niño tendría viviendo con un solo progenitor. Pero no hay que olvidar que las custodias compartidas, hoy en día, son un intento de favorecer a los padres o madres, que en otro tiempo, no tenían opción de continuar conviviendo de ninguna manera con los hijos, y en muchos casos se veían obligados a mantener visitas cada quince días, sin poder tomar muchas decisiones sobre la educación diaria de sus hijos.
Esta bien que los padres tengan un mayor grado de acceso a la rutina de sus niños, pero he aquí donde la custodia compartida está equivocada. Si obviamos los derechos de los hijos, en favor de los derechos de los padres, lo que tenemos es un aporte de desequilibrio e inestabilidad emocional en la vida de los futuros adultos.
Las preguntas son sencillas;
¿Le gustaría a usted tener que estar conviviendo en un lugar cada quince días, cada mes o en algunos casos cada semana?
¿Le gustaría a usted tener que hacer una maleta con sus cosas personales cada cierto corto espacio de tiempo?
¿Le gustaría a usted tener que prescindir de sus objetos personales cada quince días para volver a adaptarse a nuevos objetos?.
¿Qué somos las personas si no tenemos un marco de pertenencia que sintamos con un hogar?
¿Se pueden tener varios hogares?
Pues la respuesta a todo esto es que no. Y por lo tanto estamos sometiendo a futuras personas a estar desubicados y pasados de mano en mano, estamos obligando a no tener referencias concretas de educación ni un estilo de vida definido.
No es sano vivir una semana en una casa donde llegar cinco minutos tarde al colegio o llevar una mancha en el uniforme es motivo de amplia reprimenda, y después la semana siguiente vivir en otra donde eso ya no es importante y todos aquellos aspectos se relativizan en favor de otros.
Es cierto que los menores se acostumbran y es cierto que los menores se adaptan y de la misma manera es cierto que los seres humanos aprenden a vivir en consonancia con su medio ambiente, pero igual de cierto que no tener un hogar de referencia principal y vivir hoy aquí y mañana allí, no proporciona calma y bienestar.
Al tener que enfrentarse a una situación de cambio, el sistema se centra en la adaptación, no el la asimilación de las vivencias que han de consolidarse día a día. El aprendizaje y la interiorización de normas está estrechamente ligada con la repetición y vivencia continua de dicho aprendizaje.
Algunas personas que se ven obligadas a viajar a lugares del mundo fuera de su hogar, por razones laborales, cargan con sus muebles para tener así la sensación de pertenencia a un ambiente propio que es de vital necesidad para sentirnos protegidos y estables. ¿Por qué en los niños habría de ser distinto?.
Ser padre o madre, significa renunciar y significa saber renunciar a tus necesidades en favor de la de nuestros hijos. Evidentemente tenían que modificarse las concesiones que se le hace a una persona para compartir tiempo en familia. No podía ser que un padre/madre, vea a sus niños una vez cada quince días, pero de ahí a que sea el niño el que resuelve esa situación deambulando de un sitio a otro, en el mejor de los casos de su comunidad, hay un mundo. Un mundo que nosotros estamos destrozando cuando no entendemos que los hijos deben dormir en la misma habitación todos los días, que deben comer en las misma mesa y sentarse en la misma silla todos los días, que un niño debe tener las llaves de una misma casa cuando vuelve del colegio y la misma persona esperándole.
Los jueces deberían dictar sentencias para que sean los padres los que salgan de la casa familiar cada quince días, pero esto no se hace porque los padres alegan constantemente que esto es una locura económica, lo cual es cierto, pero para no sufrir ellos esta locura económica, hacen sufrir a su descendencia una locura emocional.
Ser padre, o madre significa renunciar constantemente y mirar siempre por el menor sufrimiento de los que voluntariamente han puesto en el mundo y los jueces deben velar por que se aplique el sentido común a miles de situaciones que no saben resolver los progenitores, pero no con sentencias apartadas de cualquier razonamiento lógico que no aporte estabilidad emocional a un niño.
En un futuro, veremos lo que esto significa, veremos adolescentes, que han crecido entre normas que se aplican cada quince días. Veremos adolescentes a los que seguramente no les ha faltado el cariño, pero si la referencia exacta de un marco de actuación estable. Elegirán el sistema ético que mejor les venga en cada momento y lo aplicarán en su propio beneficio, porque lo que habrán aprendido no es a interiorizar la norma, sino a que las normas cambian cada quince días y yo me adapto a ellas y cuando yo quiera crearé nuevas normas para manipular mi entorno.
Por muy bien que se lleven unos padres separados, cada uno actúa como le dicta su conciencia, y en una casa se puede limpiar mucho y en otra entender que no importa lo limpia que está una casa si la comida es suculenta y rica. El niño crecerá sin interiorizar ninguna de ellas y vivirá en un sistema interno de elección constante.
No parece muy sano, no parece muy estable, lo que si parece es que le soluciona la conciencia a un montón de jueces, que no se atreven a luchar por el derecho de los menores, porque es obvio que cada día están mas presionados por ese colectivo de progenitores que les toca hacer el sacrificio de no vivir con sus hijos, aun teniendo posibilidades de hacerlo.
Pero Señores Jueces;
No dejen de contemplar lo que es para un niño en algunos casos, casi bebés, cambiar de ambiente y separarse de aquello que representa sus vínculos de apego, para moverse por el mundo con soltura y sin miedos.
La psicología ha demostrado durante los últimos siglos que la figura de pertenencia en la infancia es vital, no debe desaparecer y esta nueva situación la amenaza y la excluye.
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